Integración sensorial y actividades para la autorregulación en los niños

Sam ingresa al salón de clases e identifica que algunos de sus compañeros participan en un juego de construcción con bloques de madera, algunos con un tono de voz más alto que otros. Ana permanece de pie y colorea con atención dentro de una figura que eligieron con su Morá como parte de la unidad de indagación. Mateo percibe el olor agradable, el color, la forma y tamaño de una mandarina que uno de sus amigos come durante la lonchera. Cristina necesita mover las manos y los pies para enfocar la mirada y estar atenta a una secuencia de indicaciones que explica la Morá antes de iniciar una actividad propuesta para el día. Alma necesita estirar el cuerpo, cambiarse de posición y lugar para finalizar con éxito una actividad de escritura. 

Previo al inicio de clases en la escuela, algunos niños arman, colorean o construyen dentro del salón, mientras que otros prefieren jugar, moverse, trepar, saltar y corretear en los espacios exteriores. Mientras transcurre el día, en diferentes espacios dentro del colegio, y en nuestras actividades diarias como Morim, podemos observar con frecuencia niños con formas variadas para jugar, interactuar, participar, atender, aprender, e involucrarse en las actividades dentro y fuera del aula.

A lo largo del día nuestros sentidos, visual, auditivo, tactíl, olfativo, gustativo, así como otros dos sentidos importantes, el que nos informa donde están las diferentes partes de nuestro cuerpo llamado propioceptivo y el vestibular, que nos da información sobre nuestra posición en el espacio y el movimiento de nuestra cabeza en relación a la gravedad. Todos ellos trabajan juntos y se organizan para filtrar, registrar, seleccionar, percibir e interpretar información sensorial del mundo interno y externo lo cual permite que podamos autorregularnos, participar y desempeñar con éxito actividades principales como jugar, atender, aprender, comer, vestirnos, desplazarnos. Mucha información sensorial debe integrarse a nivel de nuestro cerebro para funcionar con éxito y eficiencia en diversas actividades. Estos procesos (integración y procesamiento de información sensorial) son diferentes en cada niño y juegan un papel preponderante en el aprendizaje.

Ayres definió la Integración Sensorial (IS) como el “proceso neurológico que organiza las sensaciones del propio cuerpo y del medio ambiente, y hace posible usar el cuerpo efectivamente en el entorno” (Del Moral, Pastor & Sanz, 2013, p. 4). La integración sensorial es la capacidad que posee el Sistema Nervioso Central (SNC) de interpretar y organizar la información captada por los diversos órganos sensoriales del cuerpo (Beaudry, 2011, p. 17).

Desde muy temprana edad, los seres humanos reciben estímulos a través de los diferentes canales sensoriales, siendo fundamental resaltar que su “integración, más que la simple adición, es, sin duda, uno de los principales mecanismos cerebrales que nos permiten generar una representación coherente del mundo y hacer frente al torrente de información al que estamos sometidos de forma continua” (Velasco, Spence & Navarra, 2011, p 195).

Imaginemos el hecho de pelar y comer una manzana sentimos a través de la nariz, los ojos, la boca, las manos, los dedos y también de los músculos y articulaciones dentro de los dedos, manos, brazos, boca. ¿Cómo sabemos que es una manzana? Qué es lo que posibilita a las manos y dedos actuar simultánea y coordinadamente? Todas las sensaciones provenientes del contacto con la manzana se organizan e integran en el cerebro, y es esto nos permite experimentar la manzana como un todo y usar nuestras manos y dedos coordinadamente. Al tocar la manzana todas las sensaciones se juntan y esto le permite al cerebro conocer que la manzana es ovalada, seca por fuera, húmeda y jugosa por dentro. Las sensaciones enviadas por el olfato nos indican que tiene un olor cítrico y el sentido del gusto nos permite conocer que su sabor es agridulce. La integración sensorial junta todas las partes en un todo asociado, coherente y con sentido.

Es así como funciona el proceso de Integración Sensorial y cada niño tiene diversas formas de integrar y procesar información sensorial. Muchos necesitan de mayores actividades que involucren movimiento velocidad, altura, otros, más actividades visuales, algunos auditivas y otros tactíles, gustativas y de percepción corporal. La cantidad, frecuencia, e intensidad de información sensorial que el cerebro y el sistema nervioso requieren, es diferente en cada niño e influye directamente en la capacidad para funcionar, participar e interactuar en las actividades diarias y escolares en forma eficiente. 

Con frecuencia, dentro y fuera de la escuela, podemos observar a niños que prefieren juegos frecuentes, constantes y actividades de sensaciones más intensas (buscadores sensoriales) mientras que a otros, les desagradan, se saturan rápido y las evitan (evitadores sensoriales).Un niño puede disfrutar manchándose las manos, los brazos, el cuerpo y la cara mientras pinta, y su amigo, no tolerar tener las manos húmedas, manchadas y pegajosas. Algunos pueden sentirse cómodos en espacios con sonidos estridentes y muchas personas alrededor, mientras que a otros les incomoda enormemente y no les permite atender. Para estar alerta, atento y enfocado algunos niños requieren cambiar su cuerpo de posición y desplazarse, mientras que otros prefieren espacios tranquilos y actividades más sedentarias. Algunos necesitan juegos y actividades de movimiento intenso las primeras horas de la mañana para mantenerse más calmados en otras actividades a lo largo del día, mientras que otros pueden rápidamente pasar de un juego y actividad intensa a otra que no demande movimiento y requiera de mayor atención y enfoque. Es así como cada niño busca y se nutre sensorialmente con aquellas experiencias que le permiten regularse mejor durante el día.

A continuación sugerimos algunas actividades y estrategias sensoriales que pueden utilizarse en casa y otros espacios para favorecer la integración de información sensorial.

  • Ingerir alimentos crujientes y resistentes al masticar (manzana, membrillo, galletas de agua, fruta deshidratada, barras de cereal, fruta seca, verduras crudas o semi cocidas, tostadas).
  • Cargar y trasladar objetos con peso (cajas con juguetes, cuentos, sillas de madera, tacho con ropa sucia, llevar una mochila con ropa o juguetes, cargar las bolsas con las compras o empujar el carrito del supermercado).
  • Juegos y actividades activas que impliquen resistencia muscular (caminar imitando diferentes animales, borrar una pizarra, escalar y trepar pendientes, montar una patineta bicicleta o scooter, saltar en un pie, soplar burbujas, juego de tira y jala, colgarse de un pasamanos, pintar, colorear o escribir sobre una pared o espejo estando de pie, empujar objetos, rampar en el jardín o la arena, amasar plastilina dura, juego twister).
  • Envolverse con una manta o tela con peso.
  • Saltar en una cama elástica, columpiarse sin ayuda, rebotar sobre una pelota saltarina, deslizarse por un tobogán, rodar sobre una manta, correr.
  • Crear un espacio o zona tranquila en casa que tenga mantas con texturas, edredones pesados, colchones suaves, música relajante y luz tenue.
  • Masajes con presión ligera sobre brazos, piernas, cuerpo, con las manos o usando un masajeador eléctrico.
  • Presión profunda con almohadas o cojines o “abrazos de oso”.

Es importante considerar que cada niño tiene necesidades sensoriales específicas y lo que funciona para uno, podría no funcionar para otro. Conocer y observar aquellas actividades y experiencias sensoriales que mejor contribuyen a la regulación, es determinante para ayudarlos a un mejor desempeño en la casa y la escuela. Si un niño descubre progresivamente qué actividades y experiencias sensoriales lo ayudan a funcionar mejor, se sentirá más seguro y empoderado para enfrentar los retos del día a día, incluyendo el aprendizaje y la participación social.

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